En el corazón del Bosque Susurrante, donde las calabazas sonríen y las telarañas brillan como hilos de plata bajo la luna, vive Vuelín. Vuelín no es una escoba cualquiera; es una escoba flamante, con cerdas de paja dorada que huelen a campo de otoño y un mango tan liso como un sueño. Pero lo que más le gusta a Vuelín no es volar, ¡oh, no! Vuelín adora bailar. Sus cerdas cosquillean con el deseo de girar y saltar en el Gran Baile de las Hojas de Halloween, mientras su dueña, la Bruja Berta, solo piensa en ganar la Gran Carrera de Escobas.
Bruja Berta, con su sombrero puntiagudo y su capa que ondea como una bandera de medianoche, intenta que Vuelín vuele rápido, ¡muy rápido! —¡Vamos, Vuelín! —exclama Berta, tirando suavemente del mango—. ¡Más alto, más veloz! Pero Vuelín, en lugar de surcar el cielo como un cohete, da pequeños saltitos juguetones, ¡fli-flí!, y a cada brinco, una lluvia de hojas secas, rojas y doradas, se desprende de su cuerpo, cayendo como confeti mágico.