En un blanco y helado país, vivía un pequeño pingüino peculiar llamado Pip. Mientras los demás pingüinos de su colonia waddleaban con pasos elegantes y lentos, Pip tenía otra idea mucho más divertida. A él le encantaba hacerse una bola, ¡y rodar! Rodaba y rodaba, riendo con un suave ¡Wheee!, mientras la nieve fría cosquilleaba su barriguita. A veces, se sentía un poquito diferente, pues nadie más rodaba como él.