En el fondo del cesto de la ropa sucia, entre toallas grandes y camisetas de rayas, vivía Rayitas. Nosotros la conocimos allí, una media desparejada y de muchos colores, como un arcoíris que había decidido quedarse en casa. Aunque a veces se sentía un poco sola sin su par, Rayitas tenía un secreto especial. Cada vez que saltaba suavemente, ¡pum, pum!, las demás prendas se movían un poquito. Y nosotros la escuchábamos susurrar con alegría: Saltitos de color, ¡un camino mejor! Nos gustaba verla, tan pequeña pero tan llena de vida. Y Rayitas, con su corazón valiente, siempre encontraba la manera de hacer algo maravilloso.