Fuiste Pipín, un pequeño mapache con un corazón tan grande como tu curiosidad. Cada tarde, cuando el sol se ponía como una moneda brillante detrás de los árboles, te encantaba explorar el Bosque del Brillo, donde las hojas susurraban secretos y las luciérnagas bailaban. Siempre ibas con una sonrisa en tu carita, buscando algo nuevo y reluciente, porque para ti, cada pequeño descubrimiento era una fiesta de alegría.