Tú, Pío, un patito de goma tan amarillo y sonriente, flotabas en la bañera de Lucas. El agua tibia te acunaba suavemente, y tu corazón de goma se llenaba de una alegría burbujeante. ¡Flotabas, flotabas, flotabas! Te encantaba el momento del baño, donde las gotas bailaban a tu alrededor como pequeñas estrellas. Pero a veces, te sentías un poco estático, un poco quieto. ¿No había algo más que un patito de goma pudiera hacer?