Tú eres Luminario, un viejo farol de calle con un corazón cálido. Cada tarde, cuando el sol se esconde tras las colinas, sientes un cosquilleo especial. ¡Clic! Y tu bombilla se enciende, bañando la tranquila calle del pueblo con tu luz dorada. No solo iluminas el camino para los que vuelven a casa, ¿verdad? Tu luz hace algo más, algo mágico. Se estira, se alarga, y transforma las cosas en sombras juguetonas. ¡Tu luz, Luminario, baila y crea, alegría entera!
Pronto, pequeñas figuras aparecen bajo tu brillo. Son los niños del pueblo, corriendo y riendo antes de ir a dormir. —¡Mira, es un dinosaurio! —exclama una niña, señalando una sombra de árbol. —¡No, es un dragón volador! —responde un niño, moviendo sus manos para hacer la sombra más grande. Descubriste que les encanta jugar a las adivinanzas con tus sombras, intentando adivinar qué forma oculta cada una. Ver sus caras iluminarse de alegría te llena de una calidez especial. ¡Tu luz, Luminario, baila y crea, alegría entera!