Era la noche más chispita del año, la noche de Halloween, y tú, Enredito, una momia tan jovencita como curiosa, sentías un cosquilleo de emoción en cada una de tus vendas. Tus ojitos brillaban como luciérnagas al pensar en el "Tesoro Escondido de Halloween". ¿Dónde? ¡En el laberinto de telarañas del Viejo Roble, claro! Querías encontrarlo para compartir los dulces con todos, porque compartir era lo más divertido. La luna, como una gran calabaza amarilla, te miraba desde arriba, y el aire olía a hojas secas y a un poquito de magia. Con un ¡PUM-PUM-PUM! de tu corazón, te acercaste al Viejo Roble, gigante y sabio, cuyas ramas parecían brazos que te invitaban a entrar.