Encogidín era un calcetín de bebé que adoraba su vida de juegos y risas. Pero había un secreto que lo ponía un poco triste: cada vez que iba a la lavadora, ¡se encogía un poquito más! Se sentía cada vez más pequeño e inútil, pensando que nadie querría un calcetín tan diminuto. Su corazoncito se encogía también, un poquito con cada lavado, llenándose de una melancolía suave como la brisa de otoño.