En un pequeño laboratorio escondido entre montañas, donde el aire olía a inventos y sueños, un inventor llamado Profesor Pipón decidió crear un amigo. Con botones viejos que brillaban como estrellas, trozos de tela suave y un corazón hecho de una piedra luminosa que encontró junto al río, dio vida a Franki. Franki era un niño muy alto, de piel verdosa y una sonrisa torpe que llenaba la habitación de una calidez especial. Su corazón, esa piedra brillante, latía despacito, con una luz dorada y suave que se asomaba por su pecho.