Sufi, un valiente borrador de ideas con un corazón de goma, despertó una mañana en la acogedora biblioteca. Su gran misión era atrapar las chispitas de inspiración que escapaban de los libros, como si fueran luciérnagas de papel. Llevaba su sombrerito de explorador, un poco grande para su cuerpecito rosa y con sus ocho pequeñas manchas de barro de antiguas aventuras. Pero hoy, un viejo libro de cuentos, "El Libro del Gigante Dormilón", parecía más apagado de lo normal. —¡Ay, Sufi! —suspiró el libro con voz grave, como un susurro de hojas secas—. Mi mejor idea para el final… ¡se ha esfumado! Te sentiste muy pequeño, pero la vista de un amigo triste te dio un impulso valiente para ayudar.