Una pequeña polilla luminosa, llamada Aura, solo conocía el mundo en suaves tonos pastel. Sus ojitos veían los verdes más oscuros como un musgo tierno, y las sombras más profundas como un morado delicado. Siempre había soñado con la flor nocturna de Auralia, que decían guardaba todos los colores.
Una pequeña polilla luminosa, llamada Aura, solo conocía el mundo en suaves tonos pastel. Sus ojitos veían los verdes más oscuros como un musgo tierno, y las sombras más profundas como un morado delicado. Siempre había soñado con la flor nocturna de Auralia, que decían guardaba todos los colores.
Se adentró en los confines del reino, donde la magia se sentía antigua y misteriosa. Aunque el aire era denso y los árboles altos creaban pasajes oscuros, para Aura todo seguía siendo un lienzo de rosados suaves y celestes tenues. Aura agitaba sus alas, ansiosa, y volaba con más brío.
Se adentró en los confines del reino, donde la magia se sentía antigua y misteriosa. Aunque el aire era denso y los árboles altos creaban pasajes oscuros, para Aura todo seguía siendo un lienzo de rosados suaves y celestes tenues. Aura agitaba sus alas, ansiosa, y volaba con más brío.
De pronto, una sombra juguetona apareció entre la niebla. No era amenazante, pero susurró con una voz curiosa, ofreciendo un espejo de plata antigua. La sombra le explicó que si encontraba su propio color escondido, la flor nocturna se abriría para ella, revelando su secreto.
De pronto, una sombra juguetona apareció entre la niebla. No era amenazante, pero susurró con una voz curiosa, ofreciendo un espejo de plata antigua. La sombra le explicó que si encontraba su propio color escondido, la flor nocturna se abriría para ella, revelando su secreto.
No solo veía pastel; en sus alas, en el brillo de sus ojos, descubrió un tono especial. Era un color suave, único, que brillaba con la luz de su propio espíritu valiente y alegre, un tono que antes no había notado.
No solo veía pastel; en sus alas, en el brillo de sus ojos, descubrió un tono especial. Era un color suave, único, que brillaba con la luz de su propio espíritu valiente y alegre, un tono que antes no había notado.
Y entonces, como por arte de magia, la flor nocturna se abrió lentamente. Sus pétalos desplegaron un arcoíris de colores vibrantes y verdaderos, no solo pasteles, sino rojos intensos, azules profundos, verdes esmeralda. Aura sonrió, y el mundo se llenó de la belleza que siempre había anhelado, todo gracias al color especial que había descubierto en sí misma.
Y entonces, como por arte de magia, la flor nocturna se abrió lentamente. Sus pétalos desplegaron un arcoíris de colores vibrantes y verdaderos, no solo pasteles, sino rojos intensos, azules profundos, verdes esmeralda. Aura sonrió, y el mundo se llenó de la belleza que siempre había anhelado, todo gracias al color especial que había descubierto en sí misma.
