Nosotros conocimos a Saltarín, un hongo rebotador con un sombrero rojo de lunares, que vivía en el prado Susurrante. Saltarín no caminaba, ¡oh no! Él rebotaba y rebotaba por todas partes, como una pelota de goma llena de alegría burbujeante. Sus rebotes eran tan altos que a veces casi tocaban las nubes de algodón, y nosotros, con risas en la boca, lo seguíamos por sus divertidas travesuras.