Atenea, la diosa de las ideas, soñaba con tejer algo mágico. Un velo tan fino como la brisa, capaz de atrapar el brillo de las estrellas lejanas.
Atenea, la diosa de las ideas, soñaba con tejer algo mágico. Un velo tan fino como la brisa, capaz de atrapar el brillo de las estrellas lejanas.
Con hilos de plata y de oro, Atenea comenzó a bordar. Cada puntada era una estrella, cada nudo, una constelación. Su búho sabio, posado en su hombro, observaba en silencio, con sus grandes ojos fijos en el velo.
Con hilos de plata y de oro, Atenea comenzó a bordar. Cada puntada era una estrella, cada nudo, una constelación. Su búho sabio, posado en su hombro, observaba en silencio, con sus grandes ojos fijos en el velo.
Cuando el velo estuvo listo, Atenea lo sostuvo con cuidado. Una brisa mágica, llegada del cielo, sopló suavemente. Y al moverse el velo, ¡oh, sorpresa! Caminos secretos de luz comenzaron a aparecer.
Cuando el velo estuvo listo, Atenea lo sostuvo con cuidado. Una brisa mágica, llegada del cielo, sopló suavemente. Y al moverse el velo, ¡oh, sorpresa! Caminos secretos de luz comenzaron a aparecer.
Eran los senderos de la Vía Láctea, que danzaban en el aire. El búho de Atenea guiñó un ojo, como si supiera que el velo escondía todos los caminos del cielo, listos para ser volados.
Eran los senderos de la Vía Láctea, que danzaban en el aire. El búho de Atenea guiñó un ojo, como si supiera que el velo escondía todos los caminos del cielo, listos para ser volados.