Ramo, un manojo de hojas secas, vivía en un rincón del bosque de otoño. Se sentía tan pequeño, tan insignificante. ¿Qué utilidad tenía? ¿Para qué servía ser solo un montón de hojas crujientes? A menudo pensaba: "¡Ay, caracoles con purpurina!", cuando una bellota le caía encima o un escarabajo lo ignoraba. Un día, el viento, un soplón juguetón, comenzó a revolotear a su alrededor, levantando las hojas y haciéndolas bailar.