Pepita, la pequeña manzana más curiosa de todo el manzano, soñaba con mundos lejanos. Desde su rama alta, observaba el bello bosque y se preguntaba qué secretos escondía el suelo, qué aventuras esperaban más allá de las hojas. El viejo Búho Benito, posado en un pino cercano, la miraba con sus ojos sabios, sintiendo la gran curiosidad de la manzana.
Un día soleado, ¡pum!, Pepita se desprendió de su rama y aterrizó suavemente en la hierba. —¡Qué emocionante! —exclamó con un pequeño bote. Con un giro accidental, descubrió que podía rodar, dejando un dulce y brillante rastro de jugo. Era un mapa mágico, un camino azucarado que brillaba bajo el sol, invitando a ser seguido.