Yo era Miko, el Hongo Saltarín, con mi sombrero rojo lleno de dieciocho puntitos morados que brillaban como chispas. Vivía en el Bosque Risueño, donde las margaritas hacían ¡jejeje! al viento y los arbolitos susurraban canciones. Mi secreto más ruidoso era que, cuando saltaba y decía "¡Plof-Plof!", unas lucecitas mágicas salían de mí, haciendo que todo a mi alrededor brillara un poquito más. Pero era un poco tímido, ¿sabéis? ¿Quién querría un hongo ruidoso y brillante?