Mullidas, un par de zapatillas de andar por casa, vivían felices junto a la cama de Leo. Un día, ¡zas!, se rozaron sin querer. ¿Y qué pasó? ¡Chsss! Un sonido suave, como un susurro de algodón. —¡Qué es eso! —preguntó la zapatilla izquierda, con una curiosa arruguita—. Parece el sonido de los sueños de Leo, ¿no crees? —¡Claro! —dijo la derecha, dando un saltito—. ¡Somos las zapatillas de los sueños, chsss! Desde entonces, cada noche, cuando Leo dormía, ellas hacían su magia secreta, acompañando sus aventuras dormidas con su tenue chsss, chsss.
Pero una noche, un sonido GRRRRUMPF salió de debajo de la cama. —¡Oh, no! —exclamó la zapatilla izquierda, ¡casi se cae de lado!—. ¿Será un monstruo de ronquidos? —¡O un calcetín gigante con hambre de dedos! —dijo la derecha, dando uno, dos, tres pequeños pasitos hacia atrás. Mullidas, aunque eran pequeñas y blanditas, sabían que debían ser valientes. ¡Alguien tenía que proteger los sueños de Leo! Y así, se dijeron: «¡Mullidas, mullidas, sueños de algodón! ¡A la aventura sin perder el botón!»