La niebla era tan, tan densa, que no podías ver ni tus propias patitas. ¡Fuuushhh! El bosque se convirtió en un lugar misterioso y silencioso. Tú te sentías perdido, un poquito asustado. De repente, una voz suave te llamó desde un tronco: —¡Hola, Zorrito Manchas!, dijo Búho Sabio, un búho de madera tallada que siempre te observaba. —Tus manchas, ¿qué hacen ahora? Tus manchas, que antes eran solo chis-pitas de colores, empezaron a brillar, ¡chis-pum!, como pequeñas linternas, mostrándote un camino tenue.
Con el corazón latiendo como un tambor en fiesta, tú seguiste la guía de tus manchas. Eran como un mapa mágico, rojo para ir a la derecha, azul para la izquierda. ¡Chis-flas! Cada color te indicaba el camino. Pronto, encontraste al Conejo Gris y a la Ardilla Marrón, quienes estaban muy confundidos. —¡Sígueme!, les dijiste con valentía. Tú les mostraste cómo tus manchas, como pequeñas estrellas, iluminaban el sendero, y juntos, riendo y jugando, encontraron la salida de la niebla, ¡chis-flas!