Había una vez, en un nido abandonado, una pluma de pájaro llamada Pluma Suave. Era blanca como la luna y tenía un brillo iridiscente en su puntita, pero se sentía muy sola. El nido estaba vacío, y Pluma Suave pensaba: «¿De qué sirvo yo aquí, suave y solita?». El viento, juguetón, empezó a soplar suavemente, silbando susurros, y Pluma Suave sintió una pequeña cosquilla, como una invitación.