En el porche de una casita, una calabaza de Halloween sonreía con su boca tallada. Dentro, vivía Chispa, la luciérnaga más diminuta que uno pudiera imaginar. Su pequeña luz era suave, como un suspiro dorado, pero alrededor, las guirnaldas eléctricas brillaban con una fuerza asombrosa y los focos de colores destellaban sin parar. Chispa, con su corazón de luciérnaga, a veces sentía un cosquilleo de tristeza, pensando que su brillo era demasiado tenue para ser especial en aquella víspera de Halloween.