Teo, una pequeña telaraña, vivía en el rincón más polvoriento de una chimenea apagada. Sus hilos, finos como la niebla, se mecían suavemente con el aire frío. Era la Víspera de Halloween, y desde su escondite, Teo escuchaba ruidos alegres y risas lejanas. ¡Qué curiosidad sentía! Los niños de la casa se disfrazaban y salían a pedir dulces, pero Teo no entendía la magia de esa noche. Sus pequeños ojos brillaban con la pregunta: ¿qué hacía tan especial a Halloween?