Bajo el escritorio de Leo, ¡ay, qué desorden!, yace Fecha. No es una fecha cualquiera, ¡oh, no! Es una hojita de calendario arrancada, suave como la seda gastada de un viejo pañuelo. Fecha no recuerda nada, ¡pobre hojita! Solo ve el polvo y las pelusas que bailan. Pero un día, ¡pum!, al doblarse por accidente, ¡oh, sorpresa!, Fecha ve un mini-dibujo. Intenta de nuevo: uno doblez, dos dobleces, tres dobleces. ¡Y zas! Aparece un dibujo claro: Leo riendo a carcajadas. Fecha descubre un gran secreto: al doblarse de maneras especiales, puede "recordar" y mostrar las pequeñas aventuras de ese día. ¡Qué maravilla!
Un día, Leo está jugando con sus bloques. ¡Plaf! La torre se desmorona. Leo mira alrededor, hace una carita y rápidamente esconde uno, dos, tres bloques debajo de la alfombra. Entra su mamá. —"¿Qué fue ese ruido, Leo? ¿Quién derribó la torre?" —pregunta ella, con voz suave. Leo se rasca la cabeza. —"Creo que fue... el viento", dice, con un hilito de voz. Fecha, desde su rincón, observa con sus invisibles ojos de papel. ¡Oh, oh! Fecha sabe la verdad. Rápidamente, se dobla de su manera especial. ¡Y pum! Un mini-dibujo aparece, mostrando a Leo con una sonrisa traviesa, empujando la torre con su nariz. —"¡Fecha lo muestra!", susurra el narrador, con una risita juguetona.