Una tarde, mientras Estrella Cuentos narraba sobre un bosque de caramelos, Sabio Lomo notó algo. No era el brillo, ni la voz, sino un cambio diminuto. La estrella parecía... ¿desdoblarse? Ligeramente, casi imperceptiblemente, uno de sus pliegues se estiraba un poquito. Sabio Lomo se armó de valor. —Estrella Cuentos —dijo con voz grave, pero curiosa—, cada vez que cuentas una historia, cada vez que nos sorprendes, parece que cambias un poquito. ¿Cuál es tu truco, pequeña? ¿Acaso las historias te hacen crecer?
Estrella Cuentos rió, un sonido tintineante como campanitas de cristal. —¡Oh, Sabio Lomo! No es que crezca, es que... ¡me desdoblo! —Y con una delicadeza que te hacía querer contener la respiración, mostró cómo un pliegue se abría. Allí, en el papel escondido, había diminutas palabras, una ilustración minúscula. —Cada historia vive aquí dentro, en mis pliegues. Cuando me atrevo a abrirlos, a mostrar lo que llevo dentro, ¡surge un mundo nuevo! Es como tener un cofre lleno de tesoros, y solo tienes que tener la confianza para abrirlo.
Así fue como el misterio se desveló con una sonrisa. Estrella Cuentos nos enseñó que todos llevamos historias dentro, guardadas en los pliegues de nuestra imaginación. Solo necesitamos un poquito de valentía para desdoblarlas y compartirlas con el mundo. Y cada vez que alguien escuchaba una de sus maravillosas narraciones, Sabio Lomo y todos los demás libros del estante exclamaban con alegría: ¡Cada pliegue, un cuento nuevo, cada vez, un gran revuelo! Porque la imaginación es el tesoro más grande, y la confianza en uno mismo, la llave para desdoblarlo.