Yo era Pip, un pequeño y esponjoso susurrador de nubes, con un sombrero de hoja y un minúsculo telescopio de oro que llevaba siempre conmigo. Vivía en las Tierras Altas del Sueño, un lugar donde las nubes flotaban tan bajo que podías tocarlas con la nariz. Mi mayor deseo era encontrar la Nube Risueña, una nube legendaria que, decían, esparcía risas por doquier. Una mañana, mientras el sol pintaba el cielo de algodón de azúcar, sentí una cosquilla en mis bigotes. ¡Era el día! Me puse mi sombrero, ajusté mi telescopio y me lancé a la aventura, mis pequeñas alas haciendo un suave ¡Puf, puf! al despegar.