Zeus, el rey del brillante Olimpo, sonreía con picardía y tenía ganas de jugar. Miró una nube blanca, suave como el algodón. —¡Soplaré con todas mis fuerzas! —pensó Zeus, y sopló.
Zeus, el rey del brillante Olimpo, sonreía con picardía y tenía ganas de jugar. Miró una nube blanca, suave como el algodón. —¡Soplaré con todas mis fuerzas! —pensó Zeus, y sopló.
¡Pufff! La nube se estiró y se estiró, ¡parecía de chicle! —¡Qué sorpresa! —exclamó Zeus, viendo cómo la nube se transformaba. ¡Eran corderitos!
¡Pufff! La nube se estiró y se estiró, ¡parecía de chicle! —¡Qué sorpresa! —exclamó Zeus, viendo cómo la nube se transformaba. ¡Eran corderitos!
¡Sí! Corderitos de algodón, con patitas suaves, saltaban y reían por el cielo azul. —¡Miren el arcoíris! —dijo Zeus, y los corderitos, alegres, persiguieron los colores que brillaban en el cielo.
¡Sí! Corderitos de algodón, con patitas suaves, saltaban y reían por el cielo azul. —¡Miren el arcoíris! —dijo Zeus, y los corderitos, alegres, persiguieron los colores que brillaban en el cielo.