Desde mi rincón mullido en la caja de juguetes, yo, Osito Sabio, observaba a Bloque. Era un ladrillo de construcción pequeño, cuadrado y tan rojo como una jugosa manzana, y a veces se sentía un poco aburrido. Los demás coches de juguete zumbaban, las muñecas charlaban, pero Bloque solo esperaba ser apilado. Un día, con un suave ¡clac!, se cayó de la caja y rodó por el suelo de madera. —¡Oh, no! —pensó Bloque—. ¿Ahora qué hago? Pero algo en su rodar era diferente, como si una chispa lo encendiera. ¡Rueda y rueda, la magia te espera!