Nosotros, los viejos cacharros de la cocina de la abuela, siempre observábamos a Libro Cocinero. Era un pequeño libro de recetas de tapas rojas, que se sentía un poco aburrido de solo dar instrucciones. Página a página, pasaba el tiempo, pacientemente esperando que alguien lo abriera. A veces, oíamos un suave ¡CRUJIR-CRUJIR! mientras el viento juguetón movía sus hojas. Su vida era una monotonía monótona, llena de instrucciones idénticas y recetas repetidas.