Pepita de Maíz era una pepita dorada y crujiente que vivía en una caja de cereales. Le encantaba reír, y sus carcajadas eran como pequeños susurros de alegría, tan bajitas que nadie las notaba. La cocina, en vísperas de Halloween, olía a calabaza y canela, y una suave luz naranja entraba por la ventana, prometiendo una noche llena de diversión. Pepita soñaba con hacer su risa un poquito más grande.