Un día soleado, tú, Leo, con tu mochila de explorador y una gorra roja, entraste a la biblioteca más silenciosa del mundo. A tu lado, Chispa, una ardilla parlanchina con gafas minúsculas, saltaba de alegría. —¡Mira, Leo! —exclamó Chispa, señalando con su patita un hilo suelto en una alfombra vieja—. ¡Un hilo rebelde! El viento sopló, ¡Fiuuu!, y ese hilo, en lugar de soltarse, se estiró y se estiró, como un chicle mágico, y ¡Plaf! se enroscó alrededor del lomo de un libro enorme, creando un caminito brillante. ¡Qué cosa tan rara!