Desde mi concha colorida, yo, Cangrejo Sabio, observaba la playa cada atardecer. Cuando el sol pintaba el cielo de naranja y rosa, aparecía Disio. Era una criatura luminosa, mitad estrella de mar y mitad medusa, con cinco brazos suaves que brillaban con luz propia. Disio, el Guardián de los Sueños Marinos, venía a la orilla buscando los pequeños deseos olvidados que la suave marea dejaba. Su objetivo era recolectar estas perlas brillantes y llevarlas a un lugar seguro en el fondo del océano. Era un ser tímido pero curioso, y su presencia llenaba la playa de una magia especial. Las olas susurraban, la arena brillaba, un sueño empezaba.