Un día, mientras bailaba con el aire, mi curiosidad me llevó a posarme justo en una palabra: 'Bosque'. ¡Qué suave aterrizaje! Sentí un pequeño temblor y, de repente, de la página brotó un Búho Sabio, con ojos grandes y redondos que parpadeaban lentamente. Me miró, y su voz sonó como un susurro de hojas secas: —Oh, ¿quién eres tú, pequeña luz? ¿Vienes a traer nuevas historias al viejo Bosque? Fue la primera vez que vi un personaje salir así, y mi corazón de burbuja se llenó de alegría.
Floté de nuevo, con una risita silenciosa, y aterricé en la palabra 'Río'. ¡Splash! Dos peces de colores, uno rojo y otro azul, saltaron de la página, aleteando en el aire como si nadaran en agua invisible. Giraron alrededor del Búho Sabio, sus escamas brillando. —¿Quiénes son estos pequeños peces danzarines? —preguntó el Búho, ladeando su cabeza. Los peces, riendo con burbujitas, respondieron con un chapoteo rítmico: —¡Somos los peces del Río Cristalino, listos para nadar y contar! ¡Uno, dos, uno, dos, siempre en movimiento!