Yo era Cucharita Dulce, una cucharita con un brillante cuerpo, olvidada en la mesa de un café. El mundo alrededor de mí era un murmullo de tazas y risas. Un día, mientras el sol jugaba con mi metal, sentí una pequeña vibración. Una miga de bizcocho, diminuta como un sueño, se pegó a mi borde. ¡Qué sorpresa! Intenté sacudírmela, pero en vez de caer, la miga se adhirió aún más. ¿Sería que podía recoger estas cositas? «¡Ay, mi mango! ¿Será que sí?», pensé, sintiendo un cosquilleo en mi cuerpo plateado. Empecé a deslizarme, curiosa, recogiendo migas invisibles a simple vista.
Me di cuenta de que no era solo una miga, ¡era un perfume! Cada miga tenía el aroma de la vainilla, el chocolate o la fresa. Con cuidado, dejé caer una en el suelo. Luego otra, y otra, formando un caminito brillante. De repente, una abeja zumbadora se acercó, intrigada. «¿Qué es este sendero de dulces suspiros?», pareció preguntar con el aleteo de sus alas. Yo, Cucharita Dulce, con mi pequeño cuerpo de metal, respondí con un suave movimiento: «Es un mapa, amiga, un mapa de aromas para encontrar lo más dulce». La abeja, con sus ojos curiosos, siguió el rastro que dibujé.