En la víspera de Halloween, entre el tintineo de ollas y el suave aroma a calabaza, vivía Cucharita Brillo. Era la más pequeña de todas las cucharas del cajón. Las cucharas grandes, con sus cuencos hondos y mangos largos, se sentían muy importantes. Cucharita Brillo, con su brillo plateado y su tamaño de postre, a veces pensaba que era demasiado insignificante. ¿Quién diría que una cucharita tan pequeña podría hacer algo realmente grande?