Cortita, una estrella de mar, vive en un arrecife de coral lleno de vida, vida, vida. Allí, las anémonas bailan flamenco y los cangrejos cuentan chistes, ¡clic-clac, clic-clac! Pero Cortita se siente un poco diferente. Sus cuatro brazos son largos y ágiles, pero el quinto... ¡Puf!, es más cortito, un poquito regordete. Ella lo esconde a veces, pensando: “Todos son perfectos, menos yo”. El coral susurra: “¡Qué pena, qué pena!”, y los caballitos de mar ¡hip-hip-hip! asienten con sus cabezas.
Un día, mientras el pez payaso ¡jajajaja! se ríe con su familia, Cortita escucha un sonido muy, muy suave. ¡Mmmmmm! —un zumbido diminuto que viene de las algas más densas, densas, densas. Es un sonido secreto, secreto, como si alguien pidiera ayuda en voz muy baja. Cortita se acerca, moviendo sus brazos largos. Las algas son tan gruesas, gruesas que forman un laberinto oscuro. —¿Quién anda ahí? —pregunta Cortita con su voz suave. Pero solo escucha ¡shhh!, un shhh muy bajito.