¡Miren, miren! Aquí estamos nosotros, los que observamos con atención. ¿Ven ese copito de nieve que acaba de aterrizar en la ventana de Leo? Es Copito el Bailarín, ¡y es un poco patoso a veces! Se posa en el cristal helado y empieza a girar, ¡crick-crack, crick-crack! —No te caigas, Copito —le decimos con una risita suave. Él quiere dibujar historias, pero a veces se confunde un poquito con sus pasos de baile, ¡qué lío!
Su misión es crear dibujos que cuenten sobre un mundo hermoso. ¡Uno, dos, tres, a bailar! En su primer intento, Copito quería dibujar un bosque verde y frondoso. Giró y giró, siseando sobre el hielo, pero de repente, ¡zas! —¡Ay, Copito! —exclamamos. En lugar de árboles, había dibujado una gran chimenea humeante. ¿Se imaginan? ¡Pobrecito, qué confusión! Leo, desde dentro, solo vio una mancha gris, ¡y se rascó la cabeza!