Nosotros, con nuestro amigo Coco, el pequeño y esponjoso explorador con su sombrero de hoja, siempre estábamos buscando la próxima gran maravilla en nuestro jardín. Aquel día, el sol pintaba las flores de colores aún más vivos, y Coco rebotaba alegremente entre los pétalos gigantes. De repente, entre un mar de campanillas azules, vimos algo que nunca habíamos notado: una flor de un color violeta tan intenso que parecía brillar por sí misma, y sus pétalos susurraban como pequeñas alas. Nos acercamos con cautela, la curiosidad hormigueando en nuestros dedos (y en las patitas de Coco).