Yo soy el Escritorio Grande, el que todo lo ve, y les contaré un secreto del día a día. En mi superficie, entre montañas de libros y ríos de colores, vive Cinta Adhesiva Rola. ¡Qué rollo tan curioso! Sus cintas de mil colores brillan como confeti en una fiesta, y sus ojitos redondos siempre buscan una aventura. Un día, ¡Ziiiiiiip!, Cinta se desenrolla un poquito, como un gusano de seda que estira sus músculos, y siente una cosquilla mágica. —¿Qué será esto, Lápiz Sabio? —pregunta, con su vocecita pegajosa. El Lápiz Sabio, siempre pensativo, solo gruñe: —Hmmph, el mundo está lleno de maravillas, pequeña.
Cinta, valiente como un explorador en una jungla de papel, decide investigar. Al lado, hay un dibujo de un dinosaurio verde que ruge ¡GRRR! y, un poco más allá, una nave espacial plateada que zumba ¡ZUMMM!. Parecen mundos separados, ¿verdad? Cinta se estira, estira, hasta que su punta pegajosa toca el borde del dinosaurio. ¡Plaf! Un pedacito de ella se adhiere. Luego, con un esfuerzo tremendo, se estira hacia la nave. ¡Ziiip-Plop! Un puente de arcoíris conecta al dinosaurio con la nave espacial. —¿Lo logré, Lápiz Sabio? —exclama Cinta, temblorosa. —Unir, unir, ¡qué emoción sentir! —responde el Lápiz, asombrado. Y el dinosaurio, en el dibujo, ¡salta a la nave espacial para una aventura estelar!