Aquí estoy yo, el bolsillo de Leo, un lugar oscuro pero acogedor. Dentro, brilla y burbujea Chispa Dulce, un envoltorio de caramelo tan diminuto que casi ni se ve. ¿Creéis que un simple papelito puede hacer algo importante? Ella solía estar un poco arrugadita y silenciosa, esperando, ¡ñam, ñam!, el día en que Leo la sacara. Pero no para tirarla, ¡oh no! Su destino era mucho más divertido.
Un día, los deditos curiosos de Leo se hundieron. ¡Plof! Me sentí un poco cosquilloso. Leo sacó a Chispa Dulce, la arrugó suavemente y luego la alisó. ¡Zas! De repente, en su superficie brillante, apareció un mapa mágico. ¡Era el mapa de un tesoro de risas!
—¡Uno! —dijo Leo, siguiendo la línea que serpenteaba.
—¡Dos! —continuó, señalando un lunar en su brazo.
—¡Y tres! —exclamó, ¡chin-pún!, encontrando su juguete favorito debajo de la almohada. ¡Qué maravilla! Chispa Dulce, con su brillo burbujeante, había ayudado a Leo a encontrar un juego.