Yo era Camu, un camaleón pequeñito con una cola rizada y unos ojos que miraban a todas partes a la vez. Vivía en un jardín tan lleno de flores que parecía una explosión de confeti. Pero mi secreto más chistoso era que podía cambiar de color tan rápido que ¡parecía que pintaba! Un día, descubrí que mis colores no solo me escondían, sino que podían ser como pinceles mágicos para las hojas. ¡Chisp-chisp! Cambiaba de un verde musgo a un amarillo chillón en un abrir y cerrar de ojos, dejando una mancha de color en la hoja.
Al principio, usaba mi talento para hacer bromas. Una vez, le "pintarrajeé" un bigote azul a una hoja donde siempre dormía la Mariquita Floja. —¡Ay, qué susto! —exclamó ella, despertando y mirándose en el rocío de la mañana. —¡Parece que tengo una nube en la cara! ¡Jajaja! —reía yo, escondido. Pero pronto me di cuenta de que mi habilidad podía ser mucho más que solo travesuras.