Una noche, Botón Noche siente algo raro. Presiona suavemente, como acariciando una nube. Pero la puerta del sueño, que parece una galleta grande y blanda, no se abre del todo. Está un poquito pegada, como si el pegamento de la luna la tuviera atrapada. El sueño del niño se ve un poquito gris, como un dibujo sin colores. Botón Noche siente un mini-misterio en su pancita de plástico.
—¿Por qué no giras, puerta suave? —piensa Botón Noche, con una vocecita que solo él escucha. Pero Botón Noche es muy valiente. No se rinde, ¡oh, no! Empuja un poquito más fuerte, como una tortuguita que intenta girarse. Canta su canción, ¡Clic-clac, sueño va! ¡Una puerta se abrirá! Y de repente, un pequeño viento sale de la puerta, como un estornudo suave. Una voz, como el susurro de las estrellas, le dice: —Necesito un empujón de risa. Botón Noche entiende la pista. Presiona de nuevo, pero esta vez, imagina una cosquilla muy graciosa.