Había una vez un camaleón llamado Zzzzz, que era tan, pero tan dormilón que a menudo se quedaba a medias al cambiar de color. Sus ojitos, casi siempre cerrados, se abrían con lentitud cuando intentaba camuflarse, dejando su piel con manchas raras de suaves tonos. Sus amigos, los otros pequeños habitantes del estanque, a veces reían con risa suave al verlo, pero Zzzzz solo soñaba con ser un camaleón perfecto, con colores que combinaran a la perfección.