En el desván más tranquilo de la casa, donde los sueños viejos descansan, vive Zapatín. Es un viejo zapato de baile, de satén suave y desgastado, que suspira un poco por las noches. La luna redonda asoma por la ventana, pintando el suelo con plateados brillos. Zapatín, que se siente solo, se mueve un poquito, casi sin querer, y de repente… ¡Sssshhh! Una estela brillante, como polvo de estrellas invisible, aparece detrás de él. ¿Será magia? Sí, son pequeños pasos de baile, tan ligeros como plumas.
De las sombras curiosas, asoman naricillas y bigotes. Son los ratones del desván: Pizquita, Bigotitos y la pequeña Saltarina. Sus ojos pequeñitos brillan al ver los pasos invisibles. Zapatín, con su voz suave como un murmullo de seda, les dice: —¡Miren, amiguitos! Mis pasos pueden volar. ¿No es maravilloso? Pizquita, el ratón más valiente, pregunta: —Pero, ¿cómo los seguimos si no los vemos? Zapatín sonríe: —Deben sentir la música en el corazón. ¡Brilla la luna, brillan los pasos!