Mientras ordenabas los libros, debajo de una gruesa enciclopedia, descubriste algo asombroso. No era el Cuento de las Estrellas Fugaces, ¡pero era mucho más especial! Era un librito diminuto con tapas de musgo y dibujos de animalitos cantores. Se llamaba El Bosque de los Susurros Amables, y hablaba de cómo cada criatura, por muy diferente que fuera, tenía una voz única que, al unirse, creaba la melodía más bonita del mundo. El viejo libro gruñón, que ahora te observaba con curiosidad, exclamó: —¡Vaya, Tasin! ¡Mi historia favorita, perdida por años! ¡Qué buen ojo tienes! Tus ojos brillaron como luciérnagas, porque encontraste algo olvidado que, de repente, era muy importante.
Con una sonrisa que te hizo sentir valiente, le mostraste al viejo libro los dibujos del Bosque de los Susurros Amables. Él, conmovido por tu gesto, te guió a un rincón soleado: —El Cuento de las Estrellas Fugaces está justo aquí, Tasin, al lado de los cuentos de aventuras. A veces, para encontrar lo que buscamos, debemos dejar que nuestros errores nos guíen a descubrimientos aún más maravillosos. Ssshh... ¡Fuuup!—dijo el libro al abrirse una página. Tú comprendiste que la biblioteca no solo guardaba historias, sino también la magia de la amistad y la sorpresa de encontrar la belleza en lo inesperado. Y te diste cuenta de que, a veces, un pequeño error puede abrir el camino a grandes aventuras y a nuevas amistades.