Un día, al ver la sombra de una pequeña planta de albahaca en la ventana, rueda con cuidado. ¡Rodar y rodar, las sombras aplanar! La sombra de la hoja se convierte en una figura verde suave. Unas niñas la colorean de mil colores, imaginando cómo la planta crece y da aire fresco. Rodolfo siente una alegría cálida, como el pan recién horneado. Él entiende que cada sombra, cada planta, es un regalo de la Tierra.
Una tarde, Rodolfo ve una gran sombra que cubre la pared: la sombra de un viejo árbol del jardín. Es enorme y un poco triste, pues sus hojas caen. Con todo su corazón de rodillo, Rodolfo se desliza con delicadeza. ¡Rodar y rodar, las sombras aplanar! La sombra se estira, se vuelve gigante y suave. Muchos niños se reúnen, sus deditos la colorean de verdes brillantes, colorean de marrones fuertes, agradeciendo al árbol por sus frutos y su sombra en verano. Ahora, al anochecer, cuando la panadería duerme, Rodolfo descansa. Sus sueños están llenos de sombras suaves y manos pequeñas que las colorean. Sabe que no solo amasa pan, sino también gratitud y cuidado por el mundo. Cada día, Rodolfo el rodillo ayuda a los niños a ver la belleza oculta de las cosas, a sentir lo especial que es todo a nuestro alrededor. Y así, Rodolfo, el pequeño rodillo, inspira dulces sueños de un planeta lleno de colores y cariño.