Después de una tormenta de chubascos y bum-búm, tú eres Ramo, una pequeña ramita caída en el bosque. Tus hojas, antes secas y crujientes como galletas viejas, ahora se sienten un poquito suaves. ¡Qué sorpresa! Al absorber el agua de lluvia, algo mágico ocurre. Cuando el viento te roza, tus hojitas hacen un ¡fiu-fiu-suii! muy bajito. Pero, ¡oh, no! Una niebla espesa, como un algodón gigante, cubre el bosque, y los pajaritos pío-pío no encuentran sus nidos.
Un pajarito llorón, con sus ojitos tristes, se acerca a ti. —¡Ay, Ramo, estoy perdido! ¡Mi nido no lo veo! —canta con un ñii-ñii de pena. Tú quieres ayudar, pero te sientes tan pequeño. ¿Y ahora, qué hará esta ramita chiquita, chiquitita? piensas. Intentas cantar con tus hojitas, ¡fiu-fiu-suii!, pero el viento es solo una brisa. No es suficiente. Ramo absorbe más agua, Ramo se estira con todas sus fuerzas. Otra vez, ¡fiu-fiu-suii!, un poco más fuerte, pero la niebla es muy terca.