Leo se acurruca en su cama, y el bolsillo se balancea. Pepita siente un dulce vaivén y, casi sin querer, empieza a rodar. Rueda y rueda, hasta que, ¡plin, choca contra una moneda brillante! En ese instante, algo mágico ocurre. Pepita siente como si una pequeña voz, un eco de deseo, le hablara directamente. No son palabras, sino imágenes cálidas que se forman en su pequeño corazón de semilla. —Quiero un árbol grande, para que mi familia y yo podamos recoger manzanas, parece susurrar el sueño de Leo. “¡Chis-chás!”, suena la moneda de nuevo, y Pepita ve una pradera verde, con un árbol grande y fuerte, lleno de manzanas rojas y redondas.
Es un sueño, pero para Pepita es tan real. Ve a Leo y a su abuela, riendo bajo las ramas del árbol, compartiendo manzanas jugosas. ¿Podría una semilla tan pequeña sentir tanto amor y una promesa tan grande? El suave susurro de las monedas se vuelve un “¡Chis-sueño!”, y Pepita se sumerge más profundo, comprendiendo que el deseo de Leo es un regalo para su familia, un lugar donde crecer juntos, justo al lado de su casa.