En la biblioteca más acogedora de todas, donde los libros susurran cuentos y las estanterías bailan con el viento, vivíamos nosotros, un grupo de exploradores muy especiales. Nuestro guía era Molín, un conejito de polvo con ojos brillantes y un sombrerito rojo de papel siempre torcido. Molín no solo limpiaba, ¡oh no!, él organizaba el polvo en pequeñas galaxias centelleantes. Pero un día, un sonido peculiar nos hizo zumbar los oídos: un «¡Zzzzzzz-zumb! ¡Zzzzzzz-zumb!» que rebotaba entre las páginas. —¿Qué será, qué será? —preguntábamos, mientras Molín se encogía de hombros. ¡Oh, qué misterio, qué Zumbido Zascandil!