Miel, un oso de peluche muy mullido y misterioso, vivía olvidado en el fondo de una caja de juguetes suaves. Pero, ¿sabes qué? Miel era muy curioso. Un día, mientras te miraba desde su rincón, notó que al frotar suavemente su pata contra el borde de una manta, ¡dejaba un brillo diminuto y casi invisible! —¿Qué será esto? —se preguntó, su ojo de botón brillando con intriga—. Decidió probar su magia. Vio a un pequeño dinosaurio de plástico, el Rex Gruñón, que siempre parecía tener frío. Miel se acercó y, con todo su corazón de peluche, se frotó contra él: ¡Fruuuush! ¿Y qué crees que pasó? El Rex Gruñón no se sintió arropado, ¡sino que empezó a bailar la danza del espagueti, moviendo su cola como un loco y soltando risitas ¡Ji-ji-ji! sin parar! Miel parpadeó. Eso no era exactamente un abrazo que arropa, ¿verdad?