Ares, el dios de la batalla, frunce el ceño. ¡Sus escudos son demasiado serios! Solo saben hacer ¡CRASH! ¡CLANG! ¡BLAM! Y ese ruido, aunque fuerte, es muy aburrido. Mira sus escudos grises, tan grandes y pesados, y suspira.
—¡Ay, mis escudos! —murmura Ares, con los brazos en jarras—. ¡Solo sirven para el estruendo!