En un rincón florido de un jardín vibrante, vivía una oruga muy especial llamada Teodora. Su barriguita era un tesoro rayado con todos los colores del arcoíris, un verdadero regalo de la naturaleza. Pero Teodora también era la oruga más lenta de aquel jardín. Mientras sus amigas, con prisas de primavera, se afanaban en tejer sus capullos con hilos de seda, Teodora se arrastraba con una calma serena, saboreando cada pétalo, cada rocío. Sentía que su capullo nunca sería tan rápido ni tan brillante como los demás.